Asistí al mejor de los conciertos, mi hermano tenia 6 años de edad y una habilidad impresionante con el violín, ensimismado en las melodías que le recorrían el cuerpo se movía de un lado al otro, ojitos cerrados, concentrado a mil, sus bracitos y el instrumento musical eran uno, jamás se dio cuenta que yo estaba de espectadora y seguía tocando interminablemente, incansablemente; hasta que el ladrido de Mauser, nuestro perro, le sacó de su magistral actuación y volaron por el aire las dos tusas que fungían de violín.

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